Sa Boadella es una cala natural que sobrevivió al boom inmobiliario. En su mar se besaron Penélope Cruz y Matthew McConaughey durante el rodaje de Sahara. En su arena y en sus rocas conviven a diario padres con niños, guiris y locales, gais y heterosexuales, chicos y chicas con bañador o sin él. Sa Boadella tiene todo eso y dos virtudes más: una historia real y un testigo excepcional. El nonagenario Agustín empezó a venir a esta cala virgen a mediados de los 60 como vendedor ambulante de refrescos. Los terrenos alrededor de Sa Boadella eran del marqués de Roviralta. A veces la Guardia Civil cerraba la cala y solo dejaba pasar a Agustín, que tenía buena relación con el marqués, aunque esos días prefería no ir porque casi no había clientes.

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El marqués de Roviralta mandó construir a principios de siglo los espectaculares jardines de Santa Clotilde, en honor a su mujer, sobre el macizo que cierra la cala de Sa Boadella por el norte. No tenía mal gusto. El estilo renacentista, el frescor de las fuentes y el silbido del mar envuelven a sus visitantes en un paseo con vistas a la cala. Muchos años después, allá por los 70, Agustín construyó con sus propias manos el primer intento de chiringuito. Era un chamizo sin paredes bajo el que tenía un par de cubos con hielo y botellas de cerveza, Coca-Cola y Mirinda. Y se las hubiera vendido a Belinda Cascón, la administrativa que nos recomienda la cala, si ella no hubiera descubierto Sa Boadella tan tarde. El bosque era tan frondoso y los caminos tan remotos que, si no sabías que existía, no la podías encontrar.

El paisaje ha cambiado desde entonces. El marqués de Roviralta donó sus terrenos al ayuntamiento, incluidos los jardines de Santa Clotilde, y el bosque que abraza la cala se adelgazó para dar cabida a una urbanización que no se ve desde la playa. Con los años el chamizo de Agustín se convirtió en el chiringuito actual, que hoy está junto al camino, aún de tierra. El negocio lo llevan sus hijos y Agustín, que lo trabajó hasta que cumplió los 80, se dedica al huerto que tiene en Lloret. De vez en cuando, baja a Sa Boadella para cenar. Los clientes lo reconocen y lo saludan, pero a él, duro de oído, le cuesta seguir una conversación y apenas escucha el mar que lo acompañó durante medio siglo en la cala donde conoció al marqués de Roviralta.

Cala Sa Boadella, Lloret de Mar, Girona (cómo llegar)
Parking | Socorristas | Chiringuito | Duchas

  • 250 m de largo por 40 m de ancho.
  • Tipo: arena gruesa y grava fina.
  • Entorno: natural.
  • Ocupación: alta.

Tiene bandera azul y el nudismo es tolerado en los extremos de la cala. Se accede a pie por un camino fácil de unos 200 metros.

Texto publicado el 7 de agosto de 2014 en la contraportada (pdf) y en la versión digital de El Periódico de Catalunya